Análisis. Por otra política educativa. Foro de Sevilla
Por José Antonio Díaz Díaz Javier E. Marrero-Acosta 14 junio, 2021
¿Es la escuela española una institución justa? ¿Qué sociedad replica la escuela española? ¿Cuáles son los valores reales -no los declarados- que se practican en las escuelas de España? ¿Sobre qué valores se desarrolla la educación en España?
En nuestro anterior trabajo “Imaginarios para una ética docente” señalamos tres escenarios donde se conjugan los valores: el normativo, el científico, y el práctico. En el presente artículo, queremos argumentar la relación entre justicia educativa y educación del siglo XXI.
Hablar de valores es predicar sobre el sentido de la vida. Explicar su dirección y justificar nuestras decisiones. En España carecemos de una ética mínima, laica, relevante y compartida. De ahí que para una parte de la ciudadanía, los valores se asemejen a campos minados, que explotan en el espacio de los sentimientos. Son conceptos equívocos, -esquivos, líquidos-, pero que conforman los nódulos de las distintas urdimbres que adquiere la ideología. Espacio de falsa conciencia y propaganda que se conforma también como guía para la acción. Los valores son propositivos. Nos animan a actuar en una dirección o su contraria. Es el espacio en el que se conjuga sentimiento, sentido y entendimiento de la vida, y en ese orden. Fijan fines y objetivos de los que derivamos bienes. Los valores los heredamos y aprehendemos, los “mamamos” y, en algunas situaciones, podemos aprenderlos, cuestionarlos, es decir, los significamos conforme a nuestros intereses. Los hacemos cruciales, conformando el espacio de la ética y de la política.
En términos de significado, los valores son formas, ideas, principios, conceptos y expresiones que pueden ser evaluados en clave de coherencia interna a tenor de la validez de sus definiciones. Dado que los valores, en cuanto definiciones, no son medibles per se, requieren de indicadores que nos informen de su productividad y utilidad que, a su vez, dependen del grado de aceptación de esos valores por la comunidad en que se apliquen. Su formalización y posterior materialización, bienes demandados y producidos, se genera en un espacio condicionado por la axiología hegemónica -la ideología-, y determinado por los recursos y el tiempo disponibles. Conseguir el equilibrio entre lo óptimo y lo bueno, entre lo deseable y lo posible, corresponderá a la política. La ética se responsabilizará de la denuncia y la crítica, cuando los bienes demandados y producidos no posibilitan un desarrollo humano justo, acorde con las referencias ideológicas.
Preguntar por los valores que guían la acción educativa es situarnos en los bienes producidos y demandados conforme a los principios, fines y objetivos de la educación, formalizados en la normativa y su práctica por las administraciones educativas, los discursos de las ciencias de la cultura y la filosofía de la educación, y la práctica educativa de las comunidades.
Hay otro debate, el de la educación en valores, que suele sesgarse en torno a la necesidad de un área de educación moral definida desde la enseñanza de la religión y una “alternativa” para los no creyentes, en nombre de una axiología “necesaria y suficiente”, fundamento de la cultura occidental, y que suele presentarse como el primer argumento y condición necesaria de una enseñanza exitosa. Creemos que es y ha sido un falso debate. La escuela siempre ha educado en valores. La propia praxis educativa, toda ella, es una sucesión de decisiones valorativas. Los valores están en todos los conocimientos, y en todas las acciones educativas, se reconozca o no. El “valor de preguntarse” por ellos radica en la valorización de lo que se enseña y se aprende. Es la pregunta por la verdad para un momento dado, pero también la disonancia valorativa del conocimiento ofrecido y demandado. La critica a la Educación para la Ciudadanía primero por parte del Partido Popular, y el pin parental propuesto por VOX después, no son tanto el miedo a la libertad de expresión y de conciencia, y consecuente coerción social, como una distracción de la cuestión principal, esto es, ¿la acción educativa privada financiada con fondos públicos es justa o no? La segregación educativa propiciada en España por la existencia de una red dual, -la escuela concertada y la escuela pública-, no solo obvia la igualdad, sino que fomenta la desigualdad, en nombre de la libertad. El debate previo es, en todo caso, preguntarnos por si la acción educativa es justa o no, o si está en camino de serlo o, por el contrario, ha retrocedido y cuánto. Dicho de otra forma, ¿nuestras escuelas, cada una, no exclusivamente el sistema, han avanzado en equidad, inclusión, tratamiento de la diversidad e igualdad? Si así fuera, significaría que se imparte una educación respetuosa con todos los valores que demanda la justicia educativa.